halloween
en el foro de trini tinturé, este año -al igual que el año pasado- se ha organizado un concurso de relatos de terror, coincidiendo con la festividad de halloween. la única directriz a seguir ha sido que debían incluir las siguientes palabras o grupos de palabras:
murciélago, luna, amarillo, terciopelo, gato blanco, gato negro, manzano, calabaza, candelabro, collar de perlas, tormenta, sombras, fantasma, palacio, libro, plumas, fuego, agua, cuadro, violetas, batín de seda china, farol, caballete, lienzo, grito espeluznante, aullidos, cine, película, banquete, baúl.
bien, pues las anoté en un papel, me puse delante del ordenador y empecé a improvisar un relato. a medida que estas palabras iban apareciendo en el texto (están marcadas con un asterisco) las iba tachando del papel.
pues aquí lo tenéis, espero que os guste.
En una tarde de verano, unos niños estaban jugando al fútbol en el campo.
–¡Centra aquí, Víctor, que remato!
–¡Para ti, Jorge!
Jorge disparó el balón muy alto y se enganchó entre las hojas de un manzano*. Fueron corriendo a recogerlo, sacudiendo el árbol.
–¡Qué malo eres, Jorge, tío! –le regañaron los de su equipo.
–¡Tenemos que sacar de puerta, pasad! –dijeron los del equipo contrario.
El juego se reanudó, y en una nueva jugada, Jorge volvió a ofrecerse para tirar a puerta:
–¡Aquí, aquí, pasa!
–¡Toma, pero no falles esta vez!
Y lanzó un disparo aún más alto y más fuerte que el anterior. El balón fue a colarse por una ventana con el cristal roto de una gran casa que llevaba en ruinas muchos años. En el pueblo se decía que era un palacio* en el que había vivido una familia noble, y que había sido abandonado.
–¡Jorge, eres un paquete! ¿Qué hacemos ahora? –se lamentó su compañero de equipo Víctor.
–Hoy no estoy teniendo buena puntería, ¿qué quieres que haga? Anda, acompáñame a ver si podemos recuperar el balón.
Se dirigieron hacia la casa abandonada, y por la ventana por la que había entrado el balón salió un gato negro*. Sus ojos brillaban, pues la luz del día empezaba a ser escasa. Ya se estaba poniendo el sol, y entre las montañas empezaba a asomar tímidamente la luna*.
–¡Un gato negro, eso trae mala suerte! –exclamó Jorge.
–¡Qué tontería! Eso son supersticiones –repuso Víctor, el más sensato de los dos amigos–. De todos modos no nos va a hacer nada, mira cómo pasa de nosotros.
Así era, el gato saltó hacia fuera y se fue correteando por la pradera. Quizá iba a beber agua* al río, que estaba cerca de allí.
Los niños entraron por la ventana para recuperar su balón, tratando de no cortarse con los cristales rotos. En ese momento un rayo iluminó el cielo, y fue seguido por un estruendoso trueno.
–¡Lo que faltaba, ahora va a caer una tormenta*! –se quejó Víctor–. Bueno, pues los demás se irán a sus casas, y ya seguiremos jugando mañana. ¡Pero el balón tenemos que recuperarlo!
Se encontraban en una habitación que estaba casi a oscuras. La poca iluminación que tenían era gracias a la luz que entraba por la ventana de un farol* que había en el exterior.
–Te–tengo miedo... Lo mismo en esta casa abandonada hay algún fantasma*... Veo algo raro, como unas sombras* –balbuceó Jorge, que era un poco cobardica.
–¡Son nuestras propias sombras, melón! –replicó Víctor–. ¡Anda, déjate de tonterías y ayúdame a encontrar el balón!
Esa habitación estaba casi vacía. Sólo había un sofá tapizado en terciopelo* –que debido al polvo que tenía acumulado daba dentera tocarlo– y un baúl* de los que se utilizaban antiguamente para llevar los equipajes. Estaba cerrado, con lo cual no cabía la posibilidad de que el balón hubiera caído dentro.
Había una puerta abierta que comunicaba por un pasillo. A los dos amigos se les ocurrió adentrarse por él. Todavía llegaba algo de la luz del exterior. De repente oyeron unos pasos. Un gato blanco* se acercó a paso ligero por el pasillo.
–¡Anda, un gato, qué gracioso! ¡Y es blanco como la nieve, al contrario que el otro que hemos visto antes! –dijo Jorge, al tiempo que le cogía–. ¡Gato lindo, michino! ¡Cuchi-cuchi!
Entonces ese gatito tan angelical cambió totalmente su expresión. Sacó todas sus uñas, soltó un maullido desgarrador mostrando sus largos y afilados colmillos, y sus orejas se pusieron en punta, adoptando un aspecto similar al de un murciélago*. Jorge le soltó rápidamente.
–¿Has visto? ¡¡Casi me come!!
–Eso te pasa por cogerle, ya sabes que los gatos son muy ariscos –dijo Víctor–. Anda, vamos a mirar si el balón está por aquí, que puede haber llegado rodando.
En ese momento se oyeron unos aullidos* lejanos. Jorge se alarmó.
–¿Qué... qué es eso?
–Puede que sea algún animal del bosque –respondió Víctor pensativo–. Se oye muy lejos de todos modos. Vamos, no hay nada que temer.
–Ya, pero de todos modos... Espera.
Entonces Jorge se acercó a una pequeña mesa que había en el pasillo, junto a la puerta de la habitación por la que habían entrado en la casa, y cogió un candelabro* que había allí.
–Por si acaso, para defendernos... Tú ya me entiendes –explicó Jorge a su amigo.
–Qué cosas tienes... Anda, vamos a entrar a esa habitación que hay al fondo, que tiene la puerta abierta.
La iluminación empezaba a ser demasiado pobre. Entonces Jorge sacó una caja de cerillas que llevaba en el bolsillo y encendió una.
–¿Para qué llevas esas cerillas, tío? ¿Para prender fuego* a algo? –dijo con ironía Víctor–. Anda que como te las pillen tus padres...
–Calla, que las cerillas nos están sacando del apuro. Por cierto, a ver qué hay aquí...
En esa habitación había un caballete* con un lienzo*, en el que se había estado pintando un bodegón que estaba inacabado. Parecía ser un florero con un ramo de violetas*. Pero lo más extraño es que olía a pintura.
–¡La pintura está fresca! –exclamó Jorge, asustado–. ¡¡En esta casa hay alguien!!
–Vas a tener razón –admitió Víctor–. Creo que va a ser mejor que nos vayamos de aquí.
Entonces salieron de esa habitación por donde habían entrado. Jorge encendió una nueva cerilla, y ante ellos apareció una extraña mujer, que al verles se asustó mucho y profirió un grito espeluznante*.
–¿Quiénes sois vosotros, y qué hacéis aquí? –vociferó la mujer.
–P–pues hemos venido a recuperar un balón que se nos ha perdido... –explicó Víctor, que a pesar de ser el más tranquilo de los dos amigos, no las tenía todas consigo.
–Por cierto, hemos visto el cuadro* de las violetas... ejem... ¿Es suyo? Le está quedando muy bonito... –intervino Jorge, tratando de apaciguarla.
Se trataba de una mujer más bien mayor, aunque su edad era difícil de definir. Iba ataviada de una manera un tanto extraña: llevaba un batín de seda china*, unas babuchas de color amarillo* y un collar de perlas*. Y al igual que las brujas de los cuentos, llevaba en su hombro un ave. Era un papagayo con plumas* de muy variados colores, que soltaba pequeños graznidos.
–¡¡Como no salgáis de aquí inmediatamente –amenazó la mujer–, os lanzaré un conjuro de los que vienen en mi libro* de magia negra!! ¡¡Eso si no os meto en la habitación donde tengo a mi león Neronius, para que se dé un banquete*, que está hambriento!!
Los niños salieron corriendo de allí. Rápidamente llegaron a la habitación por la que habían entrado en la casa. Saltaron por la ventana y huyeron de allí.
Entonces oyeron detrás suyo la voz de la mujer, que se asomó por la ventana.
–¡Y tomad esto, que es vuestro! –dijo lanzándoles su balón con fuerza–. ¡No quiero estas porquerías en mi casa!
Lo recogieron y se alejaron de allí, sin entender nada. Se dirigieron a sus casas, pues se acercaba la hora de cenar. Entonces apareció por una esquina una especie de monstruo con una cabeza en forma de calabaza*, profiriendo un gruñido, y los dos amigos gritaron del susto.
–¡Jajaja, qué susto os he dado!
–¡Íñigo! ¡Qué gracioso eres, para sustos estamos! –respondieron.
Íñigo era uno de los chicos con los que habían estado jugando al fútbol. Tenía una careta con forma de calabaza –pues Halloween estaba próximo–, y con ella les había asustado. Les dijo:
–Veo que habéis encontrado el balón, ¡qué bien! Como empezó a caer una tormenta, nos fuimos a casa, y pensamos que vosotros haríais lo mismo. Menos mal que ha durado poco. Por cierto, mi padre nos va a llevar después de cenar a mis hermanos y a mí al cine*, a ver una película* de terror que dicen que es muy buena. ¿Queréis veniros? ¡Cabemos en el coche!
Los dos amigos se miraron, y Jorge dijo:
–Después de lo que hemos visto esta tarde, no tenemos ganas de ver películas de terror. ¡Si te lo contáramos no te lo creerías!
–¡Anda ya, con la imaginación que sabemos que tú tienes! –respondió Íñigo, riendo–. ¿Qué historia te habrás inventado?
–No es una historia inventada –intervino Víctor–. Y por cierto, para nuestros partidos de fútbol vamos a tener que buscar otro sitio, a ser posible lejos de la casa abandonada. Algún día te explicaremos por qué.
aprovecho este post para dar las gracias a aurin por concederme este premio, que seguramente le sonará. ;)
murciélago, luna, amarillo, terciopelo, gato blanco, gato negro, manzano, calabaza, candelabro, collar de perlas, tormenta, sombras, fantasma, palacio, libro, plumas, fuego, agua, cuadro, violetas, batín de seda china, farol, caballete, lienzo, grito espeluznante, aullidos, cine, película, banquete, baúl.
bien, pues las anoté en un papel, me puse delante del ordenador y empecé a improvisar un relato. a medida que estas palabras iban apareciendo en el texto (están marcadas con un asterisco) las iba tachando del papel.
pues aquí lo tenéis, espero que os guste.
En una tarde de verano, unos niños estaban jugando al fútbol en el campo.
–¡Centra aquí, Víctor, que remato!
–¡Para ti, Jorge!
Jorge disparó el balón muy alto y se enganchó entre las hojas de un manzano*. Fueron corriendo a recogerlo, sacudiendo el árbol.
–¡Qué malo eres, Jorge, tío! –le regañaron los de su equipo.
–¡Tenemos que sacar de puerta, pasad! –dijeron los del equipo contrario.
El juego se reanudó, y en una nueva jugada, Jorge volvió a ofrecerse para tirar a puerta:
–¡Aquí, aquí, pasa!
–¡Toma, pero no falles esta vez!
Y lanzó un disparo aún más alto y más fuerte que el anterior. El balón fue a colarse por una ventana con el cristal roto de una gran casa que llevaba en ruinas muchos años. En el pueblo se decía que era un palacio* en el que había vivido una familia noble, y que había sido abandonado.
–¡Jorge, eres un paquete! ¿Qué hacemos ahora? –se lamentó su compañero de equipo Víctor.
–Hoy no estoy teniendo buena puntería, ¿qué quieres que haga? Anda, acompáñame a ver si podemos recuperar el balón.
Se dirigieron hacia la casa abandonada, y por la ventana por la que había entrado el balón salió un gato negro*. Sus ojos brillaban, pues la luz del día empezaba a ser escasa. Ya se estaba poniendo el sol, y entre las montañas empezaba a asomar tímidamente la luna*.
–¡Un gato negro, eso trae mala suerte! –exclamó Jorge.
–¡Qué tontería! Eso son supersticiones –repuso Víctor, el más sensato de los dos amigos–. De todos modos no nos va a hacer nada, mira cómo pasa de nosotros.
Así era, el gato saltó hacia fuera y se fue correteando por la pradera. Quizá iba a beber agua* al río, que estaba cerca de allí.
Los niños entraron por la ventana para recuperar su balón, tratando de no cortarse con los cristales rotos. En ese momento un rayo iluminó el cielo, y fue seguido por un estruendoso trueno.
–¡Lo que faltaba, ahora va a caer una tormenta*! –se quejó Víctor–. Bueno, pues los demás se irán a sus casas, y ya seguiremos jugando mañana. ¡Pero el balón tenemos que recuperarlo!
Se encontraban en una habitación que estaba casi a oscuras. La poca iluminación que tenían era gracias a la luz que entraba por la ventana de un farol* que había en el exterior.
–Te–tengo miedo... Lo mismo en esta casa abandonada hay algún fantasma*... Veo algo raro, como unas sombras* –balbuceó Jorge, que era un poco cobardica.
–¡Son nuestras propias sombras, melón! –replicó Víctor–. ¡Anda, déjate de tonterías y ayúdame a encontrar el balón!
Esa habitación estaba casi vacía. Sólo había un sofá tapizado en terciopelo* –que debido al polvo que tenía acumulado daba dentera tocarlo– y un baúl* de los que se utilizaban antiguamente para llevar los equipajes. Estaba cerrado, con lo cual no cabía la posibilidad de que el balón hubiera caído dentro.
Había una puerta abierta que comunicaba por un pasillo. A los dos amigos se les ocurrió adentrarse por él. Todavía llegaba algo de la luz del exterior. De repente oyeron unos pasos. Un gato blanco* se acercó a paso ligero por el pasillo.
–¡Anda, un gato, qué gracioso! ¡Y es blanco como la nieve, al contrario que el otro que hemos visto antes! –dijo Jorge, al tiempo que le cogía–. ¡Gato lindo, michino! ¡Cuchi-cuchi!
Entonces ese gatito tan angelical cambió totalmente su expresión. Sacó todas sus uñas, soltó un maullido desgarrador mostrando sus largos y afilados colmillos, y sus orejas se pusieron en punta, adoptando un aspecto similar al de un murciélago*. Jorge le soltó rápidamente.
–¿Has visto? ¡¡Casi me come!!
–Eso te pasa por cogerle, ya sabes que los gatos son muy ariscos –dijo Víctor–. Anda, vamos a mirar si el balón está por aquí, que puede haber llegado rodando.
En ese momento se oyeron unos aullidos* lejanos. Jorge se alarmó.
–¿Qué... qué es eso?
–Puede que sea algún animal del bosque –respondió Víctor pensativo–. Se oye muy lejos de todos modos. Vamos, no hay nada que temer.
–Ya, pero de todos modos... Espera.
Entonces Jorge se acercó a una pequeña mesa que había en el pasillo, junto a la puerta de la habitación por la que habían entrado en la casa, y cogió un candelabro* que había allí.
–Por si acaso, para defendernos... Tú ya me entiendes –explicó Jorge a su amigo.
–Qué cosas tienes... Anda, vamos a entrar a esa habitación que hay al fondo, que tiene la puerta abierta.
La iluminación empezaba a ser demasiado pobre. Entonces Jorge sacó una caja de cerillas que llevaba en el bolsillo y encendió una.
–¿Para qué llevas esas cerillas, tío? ¿Para prender fuego* a algo? –dijo con ironía Víctor–. Anda que como te las pillen tus padres...
–Calla, que las cerillas nos están sacando del apuro. Por cierto, a ver qué hay aquí...
En esa habitación había un caballete* con un lienzo*, en el que se había estado pintando un bodegón que estaba inacabado. Parecía ser un florero con un ramo de violetas*. Pero lo más extraño es que olía a pintura.
–¡La pintura está fresca! –exclamó Jorge, asustado–. ¡¡En esta casa hay alguien!!
–Vas a tener razón –admitió Víctor–. Creo que va a ser mejor que nos vayamos de aquí.
Entonces salieron de esa habitación por donde habían entrado. Jorge encendió una nueva cerilla, y ante ellos apareció una extraña mujer, que al verles se asustó mucho y profirió un grito espeluznante*.
–¿Quiénes sois vosotros, y qué hacéis aquí? –vociferó la mujer.
–P–pues hemos venido a recuperar un balón que se nos ha perdido... –explicó Víctor, que a pesar de ser el más tranquilo de los dos amigos, no las tenía todas consigo.
–Por cierto, hemos visto el cuadro* de las violetas... ejem... ¿Es suyo? Le está quedando muy bonito... –intervino Jorge, tratando de apaciguarla.
Se trataba de una mujer más bien mayor, aunque su edad era difícil de definir. Iba ataviada de una manera un tanto extraña: llevaba un batín de seda china*, unas babuchas de color amarillo* y un collar de perlas*. Y al igual que las brujas de los cuentos, llevaba en su hombro un ave. Era un papagayo con plumas* de muy variados colores, que soltaba pequeños graznidos.
–¡¡Como no salgáis de aquí inmediatamente –amenazó la mujer–, os lanzaré un conjuro de los que vienen en mi libro* de magia negra!! ¡¡Eso si no os meto en la habitación donde tengo a mi león Neronius, para que se dé un banquete*, que está hambriento!!
Los niños salieron corriendo de allí. Rápidamente llegaron a la habitación por la que habían entrado en la casa. Saltaron por la ventana y huyeron de allí.
Entonces oyeron detrás suyo la voz de la mujer, que se asomó por la ventana.
–¡Y tomad esto, que es vuestro! –dijo lanzándoles su balón con fuerza–. ¡No quiero estas porquerías en mi casa!
Lo recogieron y se alejaron de allí, sin entender nada. Se dirigieron a sus casas, pues se acercaba la hora de cenar. Entonces apareció por una esquina una especie de monstruo con una cabeza en forma de calabaza*, profiriendo un gruñido, y los dos amigos gritaron del susto.
–¡Jajaja, qué susto os he dado!
–¡Íñigo! ¡Qué gracioso eres, para sustos estamos! –respondieron.
Íñigo era uno de los chicos con los que habían estado jugando al fútbol. Tenía una careta con forma de calabaza –pues Halloween estaba próximo–, y con ella les había asustado. Les dijo:
–Veo que habéis encontrado el balón, ¡qué bien! Como empezó a caer una tormenta, nos fuimos a casa, y pensamos que vosotros haríais lo mismo. Menos mal que ha durado poco. Por cierto, mi padre nos va a llevar después de cenar a mis hermanos y a mí al cine*, a ver una película* de terror que dicen que es muy buena. ¿Queréis veniros? ¡Cabemos en el coche!
Los dos amigos se miraron, y Jorge dijo:
–Después de lo que hemos visto esta tarde, no tenemos ganas de ver películas de terror. ¡Si te lo contáramos no te lo creerías!
–¡Anda ya, con la imaginación que sabemos que tú tienes! –respondió Íñigo, riendo–. ¿Qué historia te habrás inventado?
–No es una historia inventada –intervino Víctor–. Y por cierto, para nuestros partidos de fútbol vamos a tener que buscar otro sitio, a ser posible lejos de la casa abandonada. Algún día te explicaremos por qué.
aprovecho este post para dar las gracias a aurin por concederme este premio, que seguramente le sonará. ;)
éstas son las reglas, que las he reescrito un poco... espero que no te importe, nuria.
1. mencionar a la persona que te ha dado el premio y enlazar su blog.
2. conceder este premio a varios blogs.
3. responder al siguiente cuestionario, que consiste en citar:
- varias cosas (entre tres y cinco) que más valoras en la amistad.
- varios recuerdos relacionados con la amistad.
- varias cualidades que tienen en común tus amigos.
- varias cualidades que no tengas y que te gustaría tener.
4. Copiar el texto en que se explica el motivo del premio y sus normas.
pues vamos con el cuestionario...
lo que más valoro en la amistad:
tolerancia, sentido del humor, sencillez...
recuerdos relacionados con la amistad:
-un día que estuve en la fnac con una amiga mirando libros de la sección juvenil, para regalárnoslos mutuamente.
-muchos días acompañaba casi hasta su casa a una compañera de trabajo que no era de madrid. se volvió a su tierra, qué pena.
-en el colegio, nos quedábamos dentro del edificio en los recreos tres amigos y yo, supuestamente para estudiar. luego estábamos de cachondeo.
cualidades comunes de mis amigos:
son expansivos (cuentan sus cosas), poco cambiantes (aunque pase el tiempo son siempre los mismos), y transmiten paz.
cualidades que me gustaría tener:
asertividad, decisión, energía... un montón.
bien, pues este premio se lo concederé a varias personas que creo que no lo tienen aún:
aurin, para que puedas hacer el cuestionario, pues el premio ha nacido en tu blog y aún no has tenido oportunidad de hacerlo. :D
ana, porque te voy a conocer en persona en el expocomic y estoy seguro de que vamos a encajar muy bien.
susana, porque seguro que en tus alumnos tratas de inculcar valores positivos, como la amistad.
teresita, porque me encanta tu blog y cómo vives tu profesión.
besos y feliz noche de halloween!! no durmáis con la luz apagada. ;)
editado 5 de noviembre. se lo concedo también a inma, que le hace ilusión y se lo merece por los buenos ratos en las quedadas, por su blog y por el wonka. ;)
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