verano

este relato que escribí anoche es como los números complejos: tiene parte real y parte imaginaria. ;) espero que os guste.


Estábamos a mediados del mes de julio. En Madrid hacía un calor terrible. El curso escolar había acabado, y en aquel momento no tenía ninguna clase que dar.

Poco tiempo antes había tenido un desengaño amoroso. Necesitaba algo para distraerme y no estar todo el tiempo pensando en lo mismo. Practicar un poco de yoga me vendría bien, así que consulté los horarios de una academia que conocía.

Como suele ocurrir en verano, había poca gente. Éramos tres o cuatro por clase, como mucho. Había una chica que unas veces era la profesora y otras veces venía como alumna, a practicar. Tenía el pelo corto y castaño, los ojos grandes y expresivos, nariz respingona, pómulos marcados, y era más bien menuda.

Su carácter era discreto y comedido, pero al mismo tiempo con una fuerte personalidad. Después de una de las clases dirigidas por ella, estuvimos un rato de tertulia. Nos contó cómo se le ocurrió hacer el curso de formación de profesores de yoga, y las cosas buenas que le había aportado.

Un día que vino como alumna, sólo estábamos ella y yo. Ambos esperábamos a que empezara la clase, sentados en el sofá de la entrada descalzos. Como era verano, veníamos directamente con la ropa puesta para practicar, camiseta y pantalón corto de algodón. Al llegar allí, tan sólo teníamos que sacarnos las chanclas.

Ella estaba anotando cosas en un cuaderno. Me gustó su expresión introvertida y pensativa. En clase le comentó a la profesora que ese día no se encontraba muy bien, y por eso estaba poco habladora.

Cuando acabó la práctica de ese día, le regalé una libreta hecha por mí. Llevaba varias para elegir en la bolsa. Se puso muy contenta, a pesar de que ese día había estado más taciturna de lo habitual.

Poco a poco íbamos teniendo más confianza. Solíamos salir de clase juntos, y la acompañaba hasta la boca del metro que ella cogía, mientras que yo continuaba caminando.

Un día le propuse que nos tomáramos algo, y aceptó. Fuimos a una terraza que había cerca de la academia. Allí seguimos charlando de nuestras cosas.

Estábamos muy a gusto, pero empezaba a hacerse tarde. Me preguntó si tenía mucha prisa por volver a casa. Le dije que no, ya que mi familia se había ido de viaje y estaba yo solo, nadie me esperaba.

Me propuso que la acompañara a su casa, explicándome que era nueva y la estaba empezando a decorar. Quería que le diera mi opinión. Así que allí fuimos. En el metro, a su lado, el corazón me latía muy deprisa, y al mismo tiempo sentía una gran paz interior.

Después de enseñarme su casa, encendió una vela aromática y nos sentamos en el sofá del salón.

Casi sin darnos cuenta, nuestras manos se buscaron. Nos miramos fijamente, y...

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