torpezas


en mi colegio se celebraban misas a diario, a media mañana, y podías asistir voluntariamente o quedarte en el aula estudiando.

una vez, en 2º de bup, fui a misa y me senté en uno de los bancos de delante. el sacerdote me hizo una seña para que subiera al altar a hacer de monaguillo, lo que se llama ‘ayudar a misa’ -una expresión que siempre me ha parecido de dudoso rigor gramatical-.

pues eso, el cura me cazó a mí porque no vio a nadie más a mano. y el caso es que yo no tenía ni idea de cómo ayudar. porque en ese tipo de cosas, cuando estás de espectador apenas te fijas. además, no es lo mismo ver cómo otros hacen algo que tener que salir en público y hacerlo tú.

lo más extraño es que me bloqueé y no fui capaz de decirle “oiga, que yo nunca he ayudado, pídaselo a otro”. acepté, con la esperanza infundada de que sabría hacerlo por intuición... y no.

el resultado fue desastroso, y tuvo que salir un compañero a sustituirme. bajé del altar y me senté en el primer banco que pillé, deseando que me tragara la tierra.

los amigos que estaban allí, después me hicieron alguna alusión jocosa al incidente, en plan “pero jose maría, macho, qué te ha pasado?”. casi lo agradecí, porque era una manera de quitarle hierro.

afortunadamente, mis habilidades de comunicación han mejorado mucho desde entonces. aunque todavía quedan rastros de mi tendencia innata a quedarme sin lengua para decir las cosas en ciertas ocasiones...

de todos modos, esta entrada la he escrito para que nos riamos tod@s, así que podéis hacerlo sin ningún problema. ;)

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