going back

a lo largo de los últimos meses he participado en los retos que ha propuesto nuestra amiga ginebra blonde desde uno de sus maravillosos blogs, varietés. el último de ellos fue un relato en el que había que incluir:
uno de los cuatro elementos de la materia: tierra, agua, aire, fuego.
uno de los siguientes sentimientos: dolor, júbilo, soledad, deseo, añoranza.
y una de las siguientes palabras: ataraxia, epifanía, inefable, serendipia, inmarcesible.

en este relato hago de mí mismo 100%, para bien o para mal. :D me gustan los tiovivos, me gusta explorar barrios que no conozco, tengo una camiseta de esther que me regaló mi amiga maribel... podría ser totalmente real. por eso he decidido compartirlo, espero que os guste. ;)


[tierra / añoranza / inefable]

Cuando era pequeño, mis padres me llevaban a veces a un tiovivo que había en una especie de descampado de tierra, sobre el cual hoy se levanta el barrio de Orcasitas, en el sur de Madrid.

Ahora que ha venido el verano y hay más tiempo libre, las emociones como la añoranza afloran más libremente. Se me ocurrió buscar en Internet qué tiovivos hay en funcionamiento en Madrid actualmente. Ni siquiera sabía si iba a encontrar semejante información. Pero, curiosamente, sí que había un listado de carruseles y su localización, así como sus horarios y precios.

Y, para mi sorpresa, había un tiovivo en la zona de Orcasitas. No sé si sería el mismo al que me llevaban hace tres décadas, pero para rememorar aquellos tiempos me valía. Tenía ganas de andar y de explorar otros barrios, así que me fui bajando por el Paseo de las Delicias y luego por la Avenida de Córdoba...

Llegué al barrio donde estaba el tiovivo, y tras callejear un rato lo encontré. Le hice unas cuantas fotos, para luego publicarlas en mi blog. Y me di cuenta de que en la taquilla había una chica muy guapa y sonriente. Entonces, no se me ocurrió otra cosa mejor que sacar un billete.

Yo llevaba una camiseta de Esther -personaje de comic de los años 70 y 80- que me había regalado una amiga. La chica de la taquilla me dijo “¡Ahí va, si yo conozco a Esther! A mi madre le gustaba mucho, y me dejaba sus tebeos para que los leyera yo también”. Le dije que yo era muy fan, y que no en vano siempre tenía de imagen de perfil en mi Facebook una viñeta de Esther. Saqué mi móvil y le mostré la que tenía puesta en ese momento. “¡Qué guay! Yo tengo una de mi gatito”, dijo ella.


Tras ponerse en marcha el tiovivo, la chica de la taquilla se pasó a comprobar que todo el mundo llevaba los tickets y a rasgarlos para que no fueran reutilizados. Al llegar a mí, me dijo “¿Pero vas tú solo? Pensaba que ibas con algún niño”. Y yo respondí un poco cortado: “Pues no, el niño soy yo, ya ves”. Ella dijo riendo “¡Eso es bueno, no dejes de serlo!”.

Cuando el carrusel dejó de dar vueltas, me bajé y me dirigí a la taquilla. Le dije a la chica: “Lo he pasado muy bien y me ha encantado conocerte. ¿Cómo te llamas?”. Se llamaba Azucena, un precioso nombre.

Al volver a casa, publiqué en Facebook unas fotos del tiovivo, y comenté medio en broma que la taquillera me había hecho tilín y que posiblemente volvería. Una amiga me dijo “¡Chema, eres inefable, siempre ligando!”. Me reí y pensé: ¡Sí, en mis sueños!

Al cabo del rato, vi que me llegaba una nueva solicitud de amistad. ¿Quién sería? Algún compañero del colegio queriendo curiosear, alguna de estas personas que se abren un perfil nuevo cada mes por no sé qué problemas con su móvil...

Pues no: era una chica llamada Azucena Misteriosa. Y tenía de imagen de perfil una foto de un gato. Era la misma chica a la que había visto aquella tarde. Cuando le mostré mi foto de perfil, por lo visto se quedó con mi nombre, ¡mira qué espabilada! Ahora tenía que decidir si lo que había escrito sobre la taquillera que me hacía tilín lo dejaba o lo borraba, porque si la tenía de amiga lo iba a ver. “Que todos los problemas y las decisiones que debemos tomar sean así”, pensé.

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